Introducción

Por su creatividad teológica y cultural, los primeros siglos de la era cristiana constituyeron un periodo decisivo para el Cristianismo. Entre las varias figuras de esa época, se destaca Orígenes de Alejandría (185-253). Fundador de la crítica al texto bíblico, profundo conocedor de la literatura y la filosofía, hombre de iglesia y predicador, Orígenes se expresó en esos ámbitos dejando duraderas marcas en el Cristianismo de su época y hasta los días de hoy. En esos dieciocho siglos de historia, ciertamente no se puede negar la grandeza del genio de Orígenes y la profundidad de su influencia. Solamente puede comparárselo a Agustín y Tomás de Aquino, continuando a ser el mayor de los teólogos que la Iglesia de Oriente produjo.

Orígenes

1. La eclesiología de Orígenes

La eclesiología de Orígenes es un tema que atraviesa los siglos y continúa actual. Él habla de Iglesias, comunidades concretas presentes en el mundo, estructuradas según las diversas funciones de sus miembros en relación de comunión entre sí. El punto de partida para Orígenes construir su eclesiología es el término Iglesia en singular, que expresa una realidad universal que trasciende las Iglesias particulares.

Entre los varios temas sobre la Iglesia, en Orígenes, uno de los que gana más relevo es ciertamente el de la Iglesia-esposa, y ese tema está en la base de su interpretación del Cantar de los cantares[1]. En la interpretación de ese canto de amor, Orígenes pudo aplicar sus principios hermenéuticos de modo particularmente acertado. Representó una novedad para su tiempo. El Cantar de los cantares exige por sí sólo, en sentido cristiano, una interpretación alegórica de la cual Orígenes supo utilizar con maestría.

Aquí, la esposa es mucho más que una mujer, es la definición misma de la Iglesia. Ella es como la luna iluminada por Cristo que es el sol; sol y luna iluminan el mundo. La Iglesia es reflejo de la luz de Cristo, porque se encuentra entre Él y el mundo; este último representado por aquellos que no están en condiciones de iluminar a otros. Así, la iglesia es medianera de la luz.

De la unión de la Iglesia con Cristo, Orígenes traza el paralelo de la unión del justo con el Señor, con vistas a tornarse una sola cosa. Esa unión no significa la pérdida de identidad personal, mas solamente del aspecto terreno y material, siendo conservados y potencializados los aspectos espirituales.

2. Los esposos en el Cantar de los Cantares

En el prólogo Orígenes comenta que el Cantar de los cantares fue entendido por los judíos como expresión del amor entre Yahvé e Israel; dentro del ambiente cristiano, los esposos pasan a ser Cristo y la Iglesia. El tema desposorio no consiste solamente en el Cristo que busca a la esposa, mas también la esposa que desea y espera a Cristo; y toda la historia, desde Adán en adelante, no es sino una preparación para ese encuentro.

“¡Que me bese con besos de su boca!” (Ct 1,2). Orígenes hace una interpretación histórica de este versículo, en que la esposa recibió regalos dignísimos de su esposo, y en la espera de él, que demora bastante tiempo, ella se siente atormentada por el deseo de su amor. En su interpretación espiritual, Orígenes habla de la Iglesia que está ansiosa de unirse a Cristo y dirige su oración al Señor, el padre de su esposo.

Pero, como quiera que el mundo está ya casi acabado y él no me hace don de su presencia, y en cambio estoy viendo sólo a sus servidores que suben y bajan hasta mi, por eso lanzo mi oración a ti, Padre de mi esposo, y te conjuro a que tengas compasión de mi amor y al fin me lo envíes, para que no me hable ya más por medio de sus servidores, los ángeles y los profetas, sino que él mismo venga en persona y me bese con los besos de su boca, es decir, infunda en mi boca las palabras de su boca y yo le oiga hablar a él personalmente y le vea enseñar.

La interpretación espiritual es articulada en dos propuestas: una tradicional o comunitaria, en que los esposos simbolizan Cristo y la Iglesia; la otra, psicológica o individual, en que el esposo continúa siendo Cristo, mas la esposa es el alma del creyente.

Los besos, según Orígenes, que Cristo ofreció a la Iglesia cuando vino en su naturaleza humana, fueron las palabras que Él ya había prometido a través de los profetas.

Estos son, realmente, los besos que Cristo ofreció a la Iglesia cuando en su venida, presente en la carne, le anunció palabras de fe, de amor y de paz, según había prometido y había dicho Isaías cuando fue enviado por delante a la esposa: no un embajador ni un ángel, sino el Señor mismo nos salvará (33,22).

En una perspectiva individual, es el alma con un único deseo: unirse estrechamente al Verbo de Dios y penetrar en los misterios de su sabiduría. Pero mientras no sea capaz por sí sola de entender la doctrina del Verbo, tendrá que recibir los besos de la boca de sus maestros. Sólo cuando consiga ella misma entender y desvendar los misterios y enigmas, recibirá los besos del proprio esposo; esto es, de Cristo.

3. Conclusión

El tema de la Iglesia-esposa en el comentario de Orígenes al Cantar de los cantares es de mucha utilidad para aquellos que se aproximan del texto sagrado en la tentativa de una nueva comprensión o relectura actualizada del mismo. El alma fiel es la esposa de Cristo porque hace parte de la Iglesia-esposa; y la Iglesia es tanto más esposa cuanto más el alma se comporta como esposa por la perfección de su vida cristiana.

“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). En esta perspectiva se explica el amor de Cristo por su Iglesia y por cada uno de los llamados a formar parte de ella. Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella (Ef 5,25); la adquirió con su sangre (Hch 20,28). Y lo mismo hizo en relación a cada uno de los cristianos (Gál 2,20). Quien experimentó en sí mismo este amor de esposo de Dios por medio de su Hijo, siente un profundo respeto ante el misterio de cada hombre. La llamada definitiva a las bodas ya resonó en nuestros corazones. El beso amoroso de Dios se hace más sensible y profundo por medio de Cristo.

Alejandro Javier de Saint Amant