Introducción

Los estudiosos de la Biblia dividen, grosso modo, los hechos al respecto de la acción del Espíritu Santo en dos periodos que podrían ser delimitados entre antes y después de Pentecostés.

El valor de la obra del Espíritu Santo se acentúa si observamos su actividad en el Antiguo Testamento. Aunque vivimos dentro de un nuevo régimen de gracia, nuestra dependencia con el Espíritu aumenta cuando contemplamos su obra ya desde los primeros días de la creación. ¿Como discernir tal acción en la historia? Sólo podemos dar una respuesta a esta pregunta recurriendo a las Sagradas Escrituras que, inspiradas por el Paráclito, nos revelan progresivamente su identidad.

1. El Espíritu Santo en la creación

Cuando en la Biblia se dice que “Al principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn 1,1), no significa que Él actuó sólo. La palabra hebrea para referirse a Dios es usada en plural: ‘Elohim; por tanto, puede decirse que el Espíritu también está inserido en la obra de la creación. En Gn 1,2 está dicho: “el espíritu de Dios aleteaba por encima de las aguas”. Este texto indica claramente la actuación del Espíritu. Él trae el orden donde hay vacío, abriendo camino para la poderosa actuación de Dios creador (Job 26,13). Vemos entonces que desde el inicio el Espíritu estaba al lado de Dios. “Por la palabra de Yahvé fueron hechos los cielos” (Sal 33,6).

Primeramente fueron creados el universo y los seres vivientes. Sólo después Dios creó el hombre a su imagen y semejanza (Gn 1,26). La acción del Espíritu fue activa en la creación del hombre: “El soplo de Dios me hizo, me animó el aliento de Sadday” (Job 33,4).

2. El Espíritu Santo en el periodo antidiluviano

Dios colocó a Adán y Eva en el jardín del Edén dándoles una orden que debería ser obedecida. Vencidos por la astucia de la serpiente, desobedecieron a Dios y fueron expulsados del paraíso. La raza humana se multiplica a cada día, y con eso también la maldad de su corazón (Gn 6,5). Entonces Dios se arrepiente de haber creado al hombre y decide exterminarlo de la faz de la tierra enviando un diluvio (Gn 6,7.17).

Desde la creación hasta este momento vemos claramente al Espíritu actuando para que el plan de Dios se realizara:

a)    Avisando: (Gn 6,13) la palabra “Dios” está en plural en el texto original. Esto muestra que el Espíritu estaba presente cuando Dios avisaba a Noé sobre el diluvio.

b)    Contendiendo: (Gn 6,3) aquí hay una referencia al ministerio del Espíritu Santo. La generación de aquellos días estaba pervertida, solamente Noé y su familia permanecían fieles a Dios. El Espíritu continuará actuando en los corazones durante un periodo determinado; después Dios ha de pronunciar la sentencia de destrucción de la raza humana.

c)    Orientando: (Gn 6,13-22) nuevamente la persona del Espíritu está presente en la forma hebrea ‘Elohim, dando orientación a Noé en la construcción del arca.

3. El Espíritu Santo en el periodo postdiluviano

En este periodo el Espíritu continuó operando activamente, habilitando en los seres humanos la capacidad suficiente para la ejecución de algunas tareas importantes. Veamos algunos ejemplos:

a)    José: (Gn 41,38) solamente con la ayuda del Espíritu de Dios José pudo interpretar los sueños del Faraón y llegar a la posición privilegiada de gobernador de Egipto.

b)   Besalel: (Ex 31,3-5) Dios lo llenó del Espíritu, dándole talento, habilidad, inteligencia, conocimiento para realizar obras artísticas en oro, plata y bronce; labrar piedras y tallar madera.

c)   Moisés y los setenta ancianos: (Nm 11,17) fue el hombre más humilde de su época (12,3). Esto nos enseña que el Espíritu de Dios habitaba en él y le concedía esa virtud tan importante. El mismo Espíritu reposó sobre los setenta ancianos.

d)    Sansón: (Jue c. 13-16) la presencia del Espíritu de Dios en la vida de este juez hizo con que él realizara grandes prodigios en favor de su pueblo (14,6.19; 15,14-15).

e)   Saúl y David: (1Sm 16,13-14) Dios confirmó la llamada de David para asumir el reinado en lugar de Saúl, no solamente por la unción recibida por las manos de Samuel, mas por la inhabitación del Espíritu en su vida. En el v. 14 se percibe que el Espíritu se retiró de Saúl después que éste desobedeció  a Dios.

f)    Los profetas (2Pd 1,21) fueron hombres que hablaron inspirados por el Espíritu Santo. Es el caso de Natán 2Sm 12,1; Elías 1Re 17,1; Yajaziel 2Cr 20,14, entre otros. Ezequiel, por el Espíritu del Señor, tuvo la visión del valle de los huesos (37,5-6) que habla tan claramente sobre la acción del Espíritu en la rehabilitación de la vida. Y Zacarías anuncia la acción del Espíritu sobre el pueblo de Israel (12,10).

En estos hechos vemos que siempre el Espíritu Santo ha sido el guía e instructor de su pueblo (Ne 9,20).

4. Conclusión

Desde el pecado original el hombre ha permanecido en un estado continuo de concupiscencia (Sal 65,4a). Sin el auxilio e influencia del Espíritu Santo no es posible la práctica de la virtud; es necesario que en todas las épocas el Espíritu conduzca el alma hacia Dios. La Sabiduría divina promete derramar su Espíritu sobre aquellos que aceptan sus reprensiones (Prv 1,23).

La presencia del Espíritu en nosotros muestra que Dios jamás nos abandona. Él posibilita nuestra santificación y nos garantiza la salvación eterna. Nuestro gran desafío es vivir cada día siendo transformados por él, por su poder; ahí está la verdadera libertad (2Cor 3,17).

Por Alejandro Javier de Saint Amant