“Vanos son por naturaleza todos los hombres, en quienes hay desconocimiento de Dios, y que a partir de los bienes visibles son incapaces de ver al que es; no por consideración de las obras conocieron el artífice” (Sab 13,1).

Santo Tomás de Aquino en su Summa contra los gentiles (Cfr. Suma contra los Gentiles. lib. 1, c. 4)[1]; nos explica que la búsqueda del supremo bien, de la suprema verdad; en resumen, la búsqueda de Dios, es algo que ha obsesionado al hombre desde el comienzo de la humanidad, porque  la felicidad última del mismo  parece estar unida al descubrimiento de ese Ser del cual procede: In ipso enim est ultima perfectio rationalis creaturae, quia est ei principium essendi, intantum enim unumquodque perfectum est, inquantum ad suum principium attingit (Summa Theologiae,Iª, q. 12, a.1, 1 co)[2].

Por otra parte se observa que la gran dificultad que el hombre tiene para alcanzar lo anterior, radica en el hecho que a Dios no se le puede ver, no se le puede tocar, ni conocer en su esencia (Summa Theologiae, Iª, q. 12, a.1, arg 3)[3]; para resolver este problema el Doctor Angélico señala en la Summa Teológica que el hombre “es capaz  de alcanzar a Dios” por medio de la admiración de las cosas creadas: In ipso enim est ultima perfectio rationalis creaturae, quia est ei principium essendi, intantum enim unumquodque perfectum est, inquantum ad suum principium attingit. Similiter etiam est praeter rationem. Inest enim homini naturale desiderium cognoscendi causam, cum intuetur effectum; et ex hoc admiratio in hominibus consurgit (Summa Theologiae Iª, q. 12, a.1, 1 co)[4].

La razón del hombre no puede percibir las “esencias” de las cosas sino los “sensibles”  que son objetos de los sentidos. Existen los sensibles propios de cada sentido; los sensibles comunes que son aquellos que son percibidos por todos los sentidos externos e internos (por ejemplo: el movimiento, la dimensión); y los sensibles accidentales que son captados sólo por los sentidos internos especialmente por la cogitativa, (por ejemplo: la vida). Santo Tomás señala que para conocer a ese Ser-Dios, existen dos caminos: la analogía, que es el espejo de la creación o simbolismo, que consiste en buscar las huellas del creador y las creaturas; y la otra, por negación,  esto es, llegar a lo Absoluto por la eliminación, por ejemplo: viendo una persona que es un bandido, se dice: “Dios no puede ser así”. Para hacer analogía, el hombre necesita de algo sensible que lo lleve a  comprender esa realidad, que parece estar escondida (Summa Theologiae Iª, q. 12, a.2, ad 3)[5].

Como veníamos diciendo, el hombre está en una búsqueda constante de lo Absoluto, debido a que cree que la felicidad radica en conocer el principio de su ser; y que a pesar de que la distancia entre uno y otro parece insalvable; el hombre, se cree capaz de conocer a Dios por los sentidos. Como dice el Libro de la Sabiduría: “Vanos son por naturaleza todos los hombres, en quienes hay desconocimiento de Dios, y que a partir de los bienes visibles son incapaces de ver al que es, ni por consideración de las obras conocieron el artífice” (Sab 13, 1).

Este Dios que parece tan oculto e inaccesible para mucha gente, -incluso algunas, buscándolo infructuosamente en doctrinas, filosofías y libros durante toda la vida- no se da cuenta que lo puede encontrar en su diario vivir, en algo tan accesible como la naturaleza que lo rodea, inclusive, desde el patio de su casa. Por ejemplo: la belleza y proporción  de una flor; el movimiento majestuoso  de los árboles movidos por el viento;  la gracia y agilidad de un picaflor; la astucia de un gato cazando;  el esplendor de una fulgurante puesta de sol que con sus rayos de diferentes tonalidades dan una pálida idea del cielo al cual estamos todos llamados, también se podría decir que predispone nuestra alma hacia los grandes horizontes, el cual, no estamos acostumbrados a mirar en nuestro gris día a día.

Pe. Pablo Beorlegui, EP.


[1]Casi todos los problemas de la filosofía están ordenados para satisfacer este punto.

[2]  “Porque la felicidad última del hombre está en lo que es principio de su ser, ya que algo es tanto más perfecto cuanto más unido está a su principio”. (Traducción nuestra).

[3] “Praeterea, cognoscentis ad cognitum oportet esse aliquam proportionem, cum cognitum sit perfectio cognoscentis. Sed nulla est proportio intellectus creati ad Deum, quia in infinitum distant. Ergo intellectus creatus non potest videre essentiam Dei” “Entre el que conoce y el conocido es necesario que haya alguna proporción, pues lo conocido perfecciona al que conoce. Pero entre Dios y el entendimiento creado no hay proporción alguna, pues los separa lo infinito. Luego el entendimiento creado no puede ver a Dios”. (Traducción nuestra).

[4]  “Porque cuando el hombre ve un efecto, experimenta el deseo natural de ver la causa. Es precisamente de ahí de donde brota la admiración humana”. (Traducción nuestra).

[5] “Unde, sicut aliae formae intelligibiles quae non sunt suum esse, uniuntur intellectui secundum aliquod esse quo informant ipsum intellectum et faciunt ipsum in actu; ita divina essentia unitur intellectui creato ut intellectum in actu, per seipsam faciens intellectum in actu” “La esencia divina es su mismo ser. De ahí que, así como las formas inteligibles que no son su propio  ser se unen al entendimiento por algún ser con el cual lo informan y ponen en acto, así también la esencia divina se une  al entendimiento creado como algo conocido que hace que el entendimiento pueda conocer”. (Traducción nuestra).